Resumen: |
La obra de Vera, desde su primera novela hasta la última, no hace otra cosa que desarrollar, en las variantes circunstancias de los lapsos menores, la unicidad de una situación que configura por si misma la historia ecuatoriana del siglo XX. La historia se repite, pero nunca es la misma. Indagación despiadada de la conciencia esquiva, cada una de las novelas de Vera es una nueva incursión en el abismo insondable, cada una de ellas es una nueva exploración de "este furioso mundo" que el escritor ha vivido y padecido. Inútil y excesivo seria recorrer toda la saga de Vera, que es como decir: todos los hitos del desencanto de la izquierda "revolucionaria". Tal como los historiadores contemporáneos han demolido las falsas imágenes de la Edad Media que hemos heredado del siglo XIX, así Vera ha demolido las clarísimas formas de ese Ecuador imaginario que todavía hoy, por desgracia, se entregan para el consumo de escolares y televidentes: en su lugar nos han ofrecido las confusas formas sin formas de un país cuyos sueños tropiezan a cada paso con las limitaciones de la historia. Crónica y enjuiciamiento a la vez, las novelas de Vera vienen a ser entonces el espejo donde podemos contemplarnos, pero no para condolernos de nosotros mismos sino para aprender que la historia sólo se repite cuando no se han asimilado sus lecciones. Siempre igual a sí mismo y siempre nuevo, Vera cumple como siempre su deber de entregarnos su última visión del mundo, tan pesimista en apariencia pero en el fondo tan llena de fe como el mismo. |