Resumen: |
Me une a Guillermo Salazar Gutiérrez una antigua y cordial amistad, que se remonta a las épocas estudiantiles, cuando compartimos las prácticas hospitalarias y los claustros universitarios. Hemos recorrido senderos afines en el devenir turbulento de la vida, hasta alcanzar la meta profesional.
Hoy, cuando el humo pausado de los años se esfuma en los recuerdos y las cenizas del tiempo vienen a decorar nuestras sienes, amanece en Guillermo la flor otoñal de una poesía muy suya, en versos espontáneos, sencillos, naturales, sin retoques cosméticos ni oropel convencional de preceptiva impresionista.
Definiendo el trance emotivo, podría decir quien se sintiera poeta, que versificar es una actitud propia del espíritu, que busca idealizar un ansia de perfección.
Los poemas de Salazar exhalan una intención sincera, un simbolismo auténtico, un perfume expresivo que debe ser buscado en el fondo simple e ingenuo de su creación. Porque el mpas hermoso canto de las aves no precisa someterse a las escalas musicales. Las nubes encendidas de sol y los rosales siempre ignoran los cánones de la geometría del espacio. Los astros, las gotas de lluvia y los riscos de las montañas guardan la asimetría de la belleza eterna.
Aquí reside la emotividad implícita de estos versos cuyo hondo mensaje es como un latido íntimamente ligado a la naturaleza impresionable de su autor. |