Resumen: |
Las íntimas tragedias de traición y farsa que viven en cuerpo y alma los revolucionarios. Un personaje existe en una tensión irresuelta entre seguir el llamado de su apellido burgués –“pelucón”, podríamos añadir– o renegar de su clase y consagrarse a la causa. Está desgarrado, además, entre la militancia y la vocación por la poesía. Otro, bien cerebral, ha optado por la transformación gracias al raciocinio. Para él, la lucha es un asunto de lógica ante la situación de injusticia que padece la nación. Privilegia el “objetivismo”, pero, en el fondo, es un ser troceado al no satisfacer sus deseos más interiores. Otro más conserva una lucidez admirable; sin embargo, descree en su propio proyecto y termina optando por la diletancia y el cinismo. Así son nuestros revolucionarios del siglo XX.
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