Resumen: |
Periódicamente se renueva la historia de la humanidad el mito de Prometeo, aquel que robó la chispa de energía a los dioses y fué luego encadenado por ellos a una roca, frente al mar de sonrisa innumerable.
Acaso, modernamente, el Prometeo más representativo, encadenado como el antiguo bajo ese signo dual de autopoderío y castigo sea ese hombre alto, de aire grave, casi solemne, que aprece en los cuadros de Ostermann y Serow: su vestido negro casi se funde con la penumbra del cuarto, en el que se vislumbra, pálidamente, retortas y matraces. |