Resumen: |
Siempre solías decir que solo muere el que se olvida, y tú, querido papi, estás presente en todos los que recibimos tu amor, tus palabras, tus sabias enseñanzas.
En este año, centenario de tu natalicio, he podido constatar con certeza, que eres el maestro inolvidable de muchísimos de tus alumnos; el recordado amigo y compañero de trabajo de quienes compartieron contigo tus labores arqueológicas, docentes o periodísticas y el padre al que estamos unidos no solo por el amor filial sino por sentimientos de profunda admiración, de fraternal camaradería, de comunicación espiritual, de imborrables horas y hechos compartidos, de recuerdos palpitantes. |