Resumen: |
A los jóvenes se les puede hablar de muchas formas. Se les puede dar una conferencia y quedarse todos tan tranquilos, ellos y el conferenciante. Se ha aumentado su cultura y se ha entretenido su tiempo. Se les puede dirigir un discurso halagador: <¡Bravo! y Vosotros, los jóvenes, sois el futuro de la Iglesia"> Grandes aplausos y ahí se queda todo.
Pero también se puede hablar con ellos con franqueza y cordialidad. Escuchar sus preguntas, acoger sus interpelaciones, examinar sus análisis sobre la doctrina y la realidad del hecho cristiano hoy y, al mismo tiempo, analizar esos análisis y descubrir con ellos la realidad y los condicionamientos desde los que se hacen. |