Resumen: |
Para el estudioso de letras ecuatorianas, 1930 es un año central. Hacia esa fecha aparecen las obras máximas de quienes -muy jóvenes entonces, clásicos hoy- apuntaban a los más difíciles blancos: Jorge Icaza, Pablo Palacio, Angel F. Rojas, José de la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil Gilbert, Demetrio Aguilera Malta, Alfredo Pareja... Desgraciadamente, esas ásperas fechas, creadoras e innovadoras, fueron espaciando su exigente zumbido, inmovilizadas en el carcaj literario por gravitatorias fuerzas de seducción económica o política, por humana desilusión, por contagio de la vacua "circunstancia" nacional. También la muerte asumió parte, cegando con traidores golpes de arena unas bocas de dicción admirable. |