Resumen: |
Desde su título, Crepusculario remite a un clima espiritual: la poesía postsimbolista de comienzos de siglo, en la que un haz temático y métrico muy definido propiciaba la creación de un espacio doliente, musical y melancólico, el de las lentas y demoradas nostalgias del mundo afectivo de los recuerdos y los sueños. No es, sin embargo, este primer libro del jovencísimo Neruda un tributo ocasional a su época, sino más bien la revelación de una ya asombrosa maestría verbal que inauguraba, rebasando estos supuestos previos asentados en el poso simbolista, la irradiación de un verbo en desa comunión con las imágenes interiores del mundo en el velado o luminoso espejo de la conciencia. Los acentos, moduladísimos, casi inasibles en su diafanidad, de este Neruda inicial poseen la cegadora claridad de un lenguaje que, al descubrirse a sí mismo, descubre la raíz de toda una visión del universo. |