Resumen: |
Aquello que ningún lector deja de adivinar en el caso de Merimée, es ese arte suyo, a la vez tan escondido y real, que desde un comienzo le permite caracterizar a un personaje de modo tal, que lo que sigue parece la consecuencia inevitable de los primeros trazos. Carmen no ha sido aún nombrada, apenas ha entrado en escena, y sentiamos ya su seducción, su fascinación misteriosa... Si las primeras páginas son de una frescura deliciosa, el conjunto es de una ejecución magistral y el todo, uno de los mitos y prototipos que con más fuerza y pasión han irrumpido en el escenario del arte occidental. |